Como maestro de karate he visto muchos alumnos que se integran por el interés que tienen los padres de que sus hijos aprendan cómo defenderse, que porque son interactivos, groseros o para que gasten su energía. Hay tantas ideas que se tienen del porque llevarlos a clases de karate.
He visto cómo los alumnos ingresan, con la finalidad de obtener su cinta negra, pero la realidad
es que pocos llegan, en el camino varios deciden mejor no continuar o las
clases se vuelven monótonas y aburridas.
Es claro que
llevar una cinta negra y dar clases conlleva a una responsabilidad, conocimiento
y pedagogía del cómo llevar una clase donde se aproveche al máximo las técnicas
y combinaciones que pueden aprenderse. No se trata de lanzar golpes o patadas a
lo diestro y siniestro.
La practica
del karate en ocasiones se vuelve monótona, cuando solo se repite sin analizar
o reflexionar la importancia de las defensas o ataques. Es por eso que algunos
estudiantes durante el recorrido empiezan a dudar de la eficacia de las técnicas,
ponen pretexto para no asistir a las clases y hay mucho ausentismo. Se cree que con aprenderse las técnicas de
examen, ya cubrieron los requisitos, pero en realidad, es engañarse a si
mismos.
La practica
para llegar a negra en realidad con lleva a pocos años. En promedio el tiempo mínimo
es de dos a tres años. Pero hay algunos que no es su objetivo, permaneciendo
con cintas bajas mucho tiempo, ya que su interés es el aprendizaje por cada nivel.
Son pocos los padres que en realidad meten a sus hijos para reafirmar sus
valores y características especiales que también se adquieren conforme vamos avanzando
en grados.
En realidad la cinta negra es el inicio, a muchos no les gusta decir
eso, quizá por que muestra la verdad incómoda (para algunos) al ser cinta negra
se sabe lo que no se sabe y se sabe que lo que se sabe no es mucho, casi es
nada.
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